Declaración del Alto Comisionado en la reunión especial de ECOSOC sobre desplazamiento forzado y protección de refugiados 3an37
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Filippo Grandi, Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, pronuncia una declaración en la Reunión especial sobre desplazamiento forzado y protección de refugiados.
Muchísimas gracias, presidente (Embajador Bob Rae), por sus amables palabras. Me conmueven profundamente. No todos los días conozco a diplomáticos que, al igual que el Embajador Bob Rae, sean tan conscientes y sensibles con respecto a las cuestiones que trata el organismo que represento, así que corresponderé con toda sinceridad.
El Embajador Rae abordó varias cuestiones significativas, pero, antes de darle la palabra a estos notables es, quisiera añadir un par de puntos.
Primero, estoy muy agradecido con ECOSOC, con su presidente y con Canadá por haber convocado esta reunión, que es de suma importancia. Puedo dar varias razones para explicar por qué es importante, pero me centraré en cuatro de ellas.
La primera es que, como hemos visto en la última década o quizás más tiempo, más de doce años (hace diez años que ocupo este cargo), el número de personas refugiadas y desplazadas se ha duplicado: de alrededor de 60 millones a un estimado de 120 millones. Es probable que la cifra sea más alta en este momento. Sin duda, esto deriva, sobre todo, de la proliferación de los conflictos. Asimismo, es inversamente proporcional a nuestra capacidad para resolverlos, que va en retroceso. ¿Díganme, por favor, qué conflicto hemos logrado resolver en fechas recientes? Muy muy pocos…
Con frecuencia, los medios me preguntan por qué la cifra se eleva cada año. Se debe también a la naturaleza de las guerras: el hecho de que éstas se desarrollan, cada vez más, con total impunidad de cara al derecho internacional humanitario implica que la población civil se ve afectada o se convierte en un objetivo, así que decide huir. No les queda ninguna otra opción.
Otro evidente factor es que la violencia que golpea a la población civil se está transformando. Pensemos en las bandas criminales en diversos países latinoamericanos, el principal factor que provoca desplazamientos. En este hemisferio, los conflictos son pocos, casi inexistentes. Sin embargo, la violencia que ejercen las bandas criminales – es decir, el reclutamiento forzado, las violaciones sexuales y la larga lista de vejaciones que conocemos – repercute en la población civil.
No podemos soslayar que vivimos en un mundo en el que los estándares sobre derechos humanos pierden fuerza a gran velocidad, y en el que más y más personas – o grupos de personas – sufren violaciones a sus derechos y, por tanto, se convierten en refugiados. (Seguramente mi colega, el Alto Comisionado para los Derechos Humanos, se los ha hecho saber).
Esta es la lamentable situación en el mundo. Por ello es importante hablar sobre las personas refugiadas y desplazadas.
El segundo factor se relaciona con el primero, pues los movimientos poblacionales se complejizan (mucho más de lo que recuerdo que eran hace diez o doce años). La intersección entre los flujos de refugiados que derivan de conflictos o del cambio climático y el impacto de los desastres en las personas, así como el hambre y la pobreza, provoca movimientos poblacionales que son cada vez más difíciles de gestionar (aunque no todas estas causas son técnicamente válidas para el reconocimiento de la condición de refugiado).
En tercer lugar, si bien hay un componente político detrás del desplazamiento, la condición de refugiado y las causas de ambos (dado que, en la mayoría de los casos, son los conflictos los que los provocan), las respuestas a estas crisis han sido, en esencia, humanitarias. Estas respuestas también se han politizado, lo cual complica aún más las cosas. Sobre todo en el Norte Global, la atención se está centrando, cada vez más (y en el mejor de los casos), en “los controles”, más que en hacer frente a las causas de raíz; con frecuencia, a costa de los derechos de las personas en situación de movilidad humana.
El cuarto factor, que considero que es muy importante y pertinente, es que la respuesta al desplazamiento – o sea, el tema que nos convoca – necesita recursos. En ese sentido, como saben, los recursos del sector humanitario se están reduciendo dramáticamente. Espero que se hayan percatado de que, incluso aquí en Nueva York (también en Ginebra este tema tiene mucha preponderancia), la ayuda humanitaria escasea, sin importar que sea a través de la ONU, de la Cruz Roja o de las organizaciones no gubernamentales.
He atendido crisis humanitarias desde hace más de cuarenta años, pero nunca antes había visto desafíos derivados de recortes, incertidumbre, suspensión o falta de fondos. Esa es la realidad. No podemos abordar lo que pretendemos comentar hoy sin considerar, realmente, esta difícil situación. La organización que represento reducirá un tercio de sus actividades; se trata de una de las agencias de la ONU de mayor tamaño. El Programa Mundial de Alimentos, la Organización Internacional para las Migraciones y otras agencias atraviesan circunstancias similares.
El Embajador Rae mencionó, como ejemplo, a Bangladesh, un país en el que aún reside un millón de refugiados rohingya que, por desgracia, dependen en gran medida de la asistencia humanitaria. Siendo honesto, no sé qué podemos hacer para que estas personas no perezcan. No es mi intención sonar dramático. Estuve allí, en Bangladesh, hace un par de meses. La preocupación es palpable.
La atención se ha puesto, sobre todo en los países adinerados (cuando consideran a las personas refugiadas), en los controles; es decir: ¿cómo controlar las fronteras para reducir el número de personas que las atraviesan? Soy consciente de la importancia que tiene prestar atención a las fronteras, pues se trata de una obligación o tarea gubernamental. No tengo problema con ello, sino con el hecho de que la atención se centre solo en las fronteras, porque, al hacerlo, no se está viendo todo el panorama ni se está considerando el fenómeno, con lo complejo que es, para abordar las causas.
Además, vale la pena recordar que el 70% de los 120 millones de personas desplazadas no se encuentra en los países ricos, sino en los países de renta media y, sobre todo, de renta baja. Esto suele dejarse de lado; así, queda claro que es necesario hacer algo al respecto. La resolución de conflictos es necesaria, pero no hablaré de eso. El lunes presentaré un informe ante el Consejo de Seguridad, así que abordaré el tema en el foro que corresponde.
En esta ocasión, me gustaría precisar algo: a veces, las soluciones están en nuestras manos. Las personas sirias desean volver a su país. Aunque no todos, muchos burundeses quieren volver a Burundi (hablando de una situación menos conocida). Sin embargo, no hay recursos. No se está asumiendo el riesgo de invertir en países frágiles, como Siria y Burundi. No obstante, si se invirtiera, por ejemplo, en el retorno de las personas refugiadas, se estaría abonando a la estabilidad del país y de la región. Las soluciones existen en muchas otras situaciones de desplazamiento interno. Robert Piper, Asesor Especial del Secretario General sobre Soluciones a los Desplazamientos Internos, ha realizado una gran labor en este sentido (estoy seguro de que él mismo ha charlado con ustedes al respecto). Por su parte, junto con la OIM, PNUD y otros organismos, ACNUR está apoyando el seguimiento de esta importante iniciativa.
De cualquier forma, las soluciones políticas toman tiempo; es por ello que el desplazamiento es tan prolongado en nuestros días. Pienso que el diálogo que se desarrolle hoy debería centrarse en eso.
Si bien aún es necesario para salvar vidas (de manera que no debe eliminarse del todo), las respuestas deben alejarse de un enfoque humanitario tradicional a corto plazo y optar, con celeridad, por respuestas sostenibles, que no solo se basan en los controles (me disculpo por tocar este punto nuevamente), sino también en las oportunidades que se otorgan tanto a las personas en situación de movilidad humana como a las comunidades que les han dado acogida. La clave de este enfoque es la inclusión, una palabra incómoda.
A muchos de los países que han acogido a un gran número de personas refugiadas no les gusta hablar de inclusión porque piensan que implica que los refugiados se quedarán ahí para siempre, lo cual supone dificultades políticas, sociales y económicas para esos países. Por tanto, quisiera distinguir entre inclusión e integración... De cualquier forma, me permito recalcar que la inclusión como política pública – es decir, que las personas refugiadas tengan libertad de circulación, a empleos y documentación, y a servicios, como la educación y la atención médica – es mucho mejor que aquellas políticas humanitarias que han prevalecido a pesar de ser restrictivas; asimismo, subrayo que toda la sociedad se beneficiaría con la inclusión.
La inclusión es, de hecho, el cimiento o elemento central del Pacto Mundial sobre los Refugiados, que fue adoptado por la Asamblea General en 2018. Todo el mundo gana con la inclusión; es decir, las personas refugiadas, las comunidades de acogida, la cohesión social y la estabilidad. La inclusión también propicia que se recurra a los actores locales y fortalece a los gobiernos de acogida. Además, para los donantes es mucho más fácil hablar de inclusión.
Pero hagamos las cosas bien: con frecuencia se asevera que el enfoque debe ser este, así que llevémoslo a la práctica. ACNUR lo ha estado haciendo en varios países. Dos de ellos hablarán al respecto en esta ocasión: Colombia y Mauritania; ambos han realizado una labor extraordinaria. También puedo hacer mención de Kenia y de su Plan Shirika, que apunta en esta misma dirección. Del mismo modo, Etiopía cuenta con el Plan Makatet, que parte, precisamente, de la inclusión. En México, ACNUR ha colaborado con el Gobierno, la Organización Internacional para las Migraciones y el sector privado en la creación de decenas de miles de oportunidades laborales para personas refugiadas de Centroamérica que estaban por incursionar en movimientos sucesivos, pero logramos ayudarles a estabilizarse. Las acciones que se han emprendido en Europa para ayudar a los ucranianos son otro ejemplo, como lo es también lo que Canadá ha hecho desde hace décadas con sus políticas de reasentamiento de refugiados, que van por el mismo camino.
En otras palabras, son muchos los ejemplos de este enfoque llevado a la práctica, pero es de suma importancia que se aplique con mayor celeridad. Estuve en Chad, junto con el Banco Mundial, precisamente por este motivo, para llamar su atención y echar mano de su capacidad de inversión en servicios públicos, energía sostenible, educación, etc., con mayor prontitud (en comparación con lo lentas que suelen ser estas intervenciones). Estuve en Chad nuevamente hace un mes; pude ver que, si bien el proceso es lento, está marcando una diferencia. Colaborar con las instituciones financieras internacionales, como el Banco Mundial, es de suma importancia.
Sólo quisiera recordarles, como cuestión práctica, que el Banco Mundial ha creado una ventanilla para los refugiados en el marco del programa de la Asociación Internacional de Fomento (AIF), que ha movilizado ¡justo esa ventanilla para los países de acogida! (es decir, USD 5 millones desde 2017). Dependiendo de dónde se mire, sin importar que esta cifra sea alta o baja, es significativa. Puedo enumerar muchos otros ejemplos, pero el tiempo es cruel, así que quisiera hacer hincapié en que ACNUR no solo está colaborando con las instituciones financieras internacionales, sino también con otras agencias del sistema ONU.
Creo que, considerando la escasez de recursos, los esfuerzos que se están llevando a cabo actualmente (UN80 y Humanitarian Reset) nos permitirán o instarán a colaborar aún más dentro y fuera del sistema ONU, es decir, también con las organizaciones no gubernamentales y con el sector privado. Aplaudo y doy las gracias nuevamente a la Corporación Financiera Internacional del Banco Mundial, con la que tenemos una unidad conjunta que trabaja en la creación de inversiones en países que han dado acogida a una gran cantidad de refugiados y en regiones que, al no contar con recursos monetarios suficientes, podrían beneficiarse con las inversiones. Al mismo tiempo, se están logrando avances con el sector privado.
En conclusión, este diálogo es trascendental y oportuno, sobre todo considerando cuán convulsos son los tiempos que corren. Estoy ansioso por escuchar los otros dos es.
Doy las gracias, nuevamente, al Embajador Rae y a Canadá; también les doy las gracias a ustedes, por estar aquí.